Como decía George Santayana, aquellos que olvidan la historia están condenados a repetirla. La advertencia la debería tener muy presente Pedro Sánchez. Por eso, en el momento que echa a andar su Gobierno, no parece ocioso recordar los errores cometidos por la coalición entre socialistas y comunistas, impulsada por Mitterrand y Marchais, cuyo abandono de la socialdemocracia llevó a Francia a un colapso económico.
Mitterrand se convirtió en presidente de Francia en 1981. Ganó las elecciones con el llamado Programa Común, que establecía las nacionalizaciones de bancos y grandes empresas industriales, la estatalización de la economía, la reducción de la jornada laboral y subidas de salarios a los trabajadores.
Pierre Mauroy, que luego acabaría su vida trágicamente, estaba al frente
de aquel Gobierno con cuatro ministros comunistas. Entre ellos, Charles Fiterman, número dos de Marchais, que no quiso entrar en el Ejecutivo, pero declaró públicamente que el programa obedecía a la línea política del partido.
Mauroy cumplió fielmente lo que había prometido Mitterrand y nacionalizó compañías como Saint Gobain, Pechiney, Thomson, Bull y CGE. Y se lanzó a un ambicioso plan de impulso de la economía, con un fuerte aumento de la inversión pública, en un contexto de alza de los tipos de interés y de revalorización del dólar, lo que encareció las importaciones y afectó negativamente a la deuda.
Mitterrand decidió seguir el camino contrario al iniciado por Reagan y Thatcher, que habían optado por una desregulación de la competencia y un recorte de los programas públicos de gasto. El presidente francés apostó por unos presupuestos expansivos que compensaran la crisis del momento. Y alentó una mayor intervención del Estado en la economía.
Pero su estrategia le salió mal. Mauroy tuvo que dimitir en 1984 y fue sustituido por el moderado Laurent Fabius, que dio un giro radical a las políticas de su predecesor. Francia se hallaba sumida en aquel momento en serias dificultades con un fuerte aumento del paro y problemas de sostenibilidad del franco.
En suma, el Programa Común, pactado hasta sus mínimos detalles por socialistas y comunistas, fue un fiasco y condujo a la derrota de la izquierda en las elecciones legislativas de 1986, en las que la mayoría de centro derecha obligó a Mitterrand a nombrar a Jacques Chirac como primer ministro. Fue el comienzo de la cohabitación entre dos líderes que eran incompatibles por sus ideas y su elevado ego.
La lección que se extrae de esta experiencia de un país vecino en una época no lejana es que las políticas se tienen que ajustar a la realidad porque la realidad no se ajusta a las políticas. Lo que no significa que no se deba cambiar nada y que desde un Gobierno no se puedan mejorar las condiciones de vida. Pero hay que hacerlo con sentido común y con pragmatismo porque querer no basta para poder.
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