La actividad del volcán de La Palma “desaparece prácticamente”: caen el tremor, los terremotos y la emisión de lava
El volcán de La Palma languidece. Al menos en apariencia. Su actividad eruptiva ha disminuido este martes hasta “prácticamente desaparecer”, según las palabras del director del Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias (Pevolca), Miguel Ángel Morcuende. Califica la situación de “impasse” en el que apenas es visible una “escasa y débil” actividad y sin que el cono esté emitiendo apenas lava. ¿Es esto el principio del fin? Los científicos mantienen la prudencia a la hora de hablar del final de la erupción.
El propio Morcuende ha rebajado expectativas en la rueda de prensa diaria al recordar que esta situación ha venido precedida de una importante fase explosiva ocurrida este lunes, en la que la expulsión de cenizas y caída de bombas piroclásticas fue la tónica predominante.
El director técnico ha destacado, eso sí, que el Comité Científico ha concluido que la actividad del volcán está “claramente atenuada”. Los signos de esta menor actividad son varios. En primer lugar, los niveles de tremor —la señal acústica que provoca el ascenso a la superficie de magma y los gases— son “prácticamente inexistentes”, hasta alcanzar apenas la calificación de ruido de fondo. Además, la sismicidad es mantiene en niveles muy bajos, tanto a profundidad intermedia como a profundidades superiores a 20 kilómetros. A su vez, no hay signos de deformación debido a la ausencia de presión proveniente del subsuelo.
Respecto a las coladas, Morcuende ha señalado que el flujo de lavas continúa desde la base occidental del cono, sobre todo a través de tubos volcánicos —cavidades dentro de la colada—, aunque con un caudal “muy disminuido” y “muy debilitado”. Mientras, en el delta lávico de la zona de Las Hoyas (municipio de Tazacorte, en el oeste de la isla) la colada discurre sobre lavas anteriores sin nuevos aportes al mar.
Morcuende ha apuntado que el único parámetro que sigue registrando valores muy altos es el dióxido de azufre (SO2), sobre todo en el penacho volcánico, donde continúa alcanzando una cantidad “enorme” de toneladas diarias. Sin embargo, resaltó que es una variable que, “con pequeños pulsos de vez en cuando”, sigue manteniendo una actitud decreciente desde el 23 de septiembre. La fuerte emisión de este gas obligó este lunes a confinar a 33.000 personas en los municipios de Los Llanos, El Paso y Tazacorte.
Cautela pese a todo
Pese a todos estos observables de claro descenso de la actividad del volcán, el director técnico del Pevolca ha incidido en que todavía “tenemos que seguir esperando” para poder afirmar que la erupción ha llegado a su fin, pues “la impresión puede ser una y la realidad puede ser otra”. Ha añadido que la actitud del Comité Científico ha sido “claramente de prudencia, de tranquilidad y de esperar”, pues “en principio esto va razonablemente bien, pero nada más”.
Es más, el propio Morcuende recordó que en las primeras horas de este lunes la erupción presentaba una situación “parecida” a la de este martes. Y durante el día de ayer, casi sin esperarse, se produjo “un pulso importante, con una importante salida de lava que llegó a preocupar, sobre todo por el ancho que tuvo, que se pudo cifrar en algunos momentos en 200 metros”.
El volcán entró en erupción el pasado 19 de septiembre. Sus 86 días de vida lo han convertido ya en el más longevo de la historia de La Palma, tras superar la erupción de Tehuya de 1585. En la clasificación de toda Canarias ya empata con el Volcán de Tao o del Clérigo, que erupcionó en Lanzarote durante 86 días en 1824; y quedan por delante la de Narices del Teide, en Tenerife (99 días en 1798) y los seis años que duró la erupción en Timanfaya, en Lanzarote en 1730.
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