Los dos eran poderosos y excepcionales en la guerra y en los deportes,
especialmente estaban muy bien adiestrados como jinetes, compitiendo
entre ellos con sus caballos. Un día salieron a cabalgar, alejándose de
su séquito y no regresaron; los encontraron muertos con las cabezas
destrozadas, pero no había armas, solo tenían en sus manos las bridas de
sus caballos.
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