Antonio López Vega, durante la entrevista. ANTONIO HEREDIAEspecialista
en Ortega y Gasset y Gregorio Marañón, de quien escribió una prolija
biografía apadrinada por Bono y Gallardón, Antonio López Vega (Madrid,
1978) agita la antorcha del liberalismo para defender la necesidad de
reconstruir los puentes en Cataluña. Reprocha al Gobierno su "falta de
empatía" y de voluntad para "hacer política". Y sugiere recentralizar
los contenidos, no la gestión, en Educación. Profesor de Historia
Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid, es director del
Instituto de Humanidades y Ciencias de la Salud Gregorio Marañón (FOM).
Es autor de 1914: El año que cambió la historia (Taurus, 2014) y coautor de Ortega y Marañón ante la crisis del liberalismo (Cinca, 2017).
¿Qué reformas habría que acometer en el sistema surgido del 78?
Tarde
o temprano vamos a entrar en una reforma constitucional, aunque ya
veremos de qué calado. La Constitución hay que actualizarla al siglo
XXI, pero existe el peligro de caer en la tentación adanista. El sistema
del 78 es el periodo de mayor modernización de la Historia de España.
No hay que confundir la corrupción de las élites políticas con el
sistema constitucional, donde hay cosas que funcionan muy bien, como la
Justicia. No creo que el sistema esté en crisis, pero hay que atreverse a
afrontar ya el debate sobre los partidos políticos y su financiación.
¿Seguro que el sistema judicial va bien?
Funciona
con normalidad, pero es verdad que el método de elección de la cúpula
del Consejo General del Poder Judicial es mejorable. Podemos decir que
es lenta o que carece de recursos, pero nadie es ajeno a la acción de la
Justicia en razón de su posición social.
La politización
alcanza el sector financiero, la Justicia y la Universidad, tal como ha
revelado el 'caso Cifuentes'. ¿La vampirización que hacen los partidos
de las instituciones y los organismos públicos es una de las principales
lacras de nuestra democracia?
Los partidos lo absorben todo. Es
asfixiante. En el caso concreto de Cristina Cifuentes, se ha sometido a
la Universidad a una causa general injusta. Viajo mucho y conozco
muchas universidades de fuera de España. Nuestro sistema universitario,
aunque se ha deteriorado por la subida de tasas y el ajuste de las
becas, es muy bueno porque garantiza la igualdad de oportunidades. Cada
vez hay menos endogamia, aunque el tópico se repita de forma machacona.
Existen controles estrictos. Cifuentes mintió en su currículo y en sede
parlamentaria, que me pareció lo más grave. Pero porque una señora haya
mentido o porque se haya falseado una evaluación no se debería
cuestionar el nivel de los másteres. Desde que entró en vigor el Plan Bolonia
no es posible aprobar un máster sin cumplir con la asistencia ni con el
control de calidad. Todos los años participo en tribunales de fin de
máster de mi disciplina y le aseguro que el procedimiento es serio:
hacemos las críticas correspondientes, se firma un acta y queda
registro. Las universidades no son chiringuitos.
¿Qué debe mejorar la Universidad española?
La
agilidad y la burocracia. Los profesores perdemos mucho tiempo a la
hora de justificar méritos. Casi hay que hacer un máster, uno de verdad,
para ver cómo se justifica un proyecto de investigación. Estos
mecanismos se implantan para evitar la mala praxis, pero debería haber
un modo de no desperdiciar tanto tiempo y poder dedicarse más a la
docencia.
¿Urge la reforma educativa o la constitucional?
Es
urgente alcanzar un pacto de Estado por la educación, desde la infantil
hasta la salida de la universidad. La educación se ha segmentado, y eso
es un error que resta muchas oportunidades como país. En todo caso, el
mayor escollo para alcanzar un acuerdo en esta materia no es la
financiación, sino los colegios concertados, que la mayoría son de
origen religioso. Es indispensable alcanzar un consenso alrededor de una
asignatura sobre valores cívicos. Como dijo Azaña, todo el mundo
debería salir de la escuela conociendo sus derechos pero también sus
obligaciones.
Ortega escribió que "hay que nacionalizar todas las instituciones del Estado porque todas están desnacionalizadas".
El
traspaso de las competencias en Educación a las comunidades autónomas
ha sido una catástrofe. No puede ser que se aprenda una Historia
diferente en Aragón, Cataluña, Madrid o el País Vasco. La transferencia
de la Educación es el mayor error del 78. No sé si ya estamos a tiempo
en Cataluña o el País Vasco, pero el pacto educativo debería priorizar
el establecimiento de fundamentos básicos para un proyecto de vida en
común, que es lo que deberíamos ser como nación. A los cuatro grandes
partidos de ámbito nacional habría que exigirles que ejercieran el peso
que les da aglutinar más del 80% de la soberanía nacional y lleguen a
acuerdos con las minorías nacionalistas. Una cosa es el pacto de
contenidos, donde sí creo que debe producirse una recentralización; y
otra el pacto en la gestión de la Educación, donde soy un firme defensor
del Estado autonómico porque es más cercano, más eficiente y funciona
mejor. Máxime en un país como el nuestro, que es pura provincia.
¿España es un cuerpo político enfermo?
España
tiene un Estado fuerte pero una nación débil. El sentimiento nacional
es identitario. Las banderas que se han puesto en los balcones me ponen
nervioso porque surgen como una reacción contra un sentimiento que ha
eclosionado en Cataluña, pero hemos visto un cierto resurgir
nacionalista galvanizado a través del éxito de España en acontecimientos
deportivos. En 1975 el propósito era construir la democracia, pero
ahora los españoles no sabemos qué queremos ser, no existe un objetivo
que aglutine la nación.
¿Desde el punto de vista académico y político el concepto de plurinacionalidad es aceptable?
Creo
que España es una nación que integra diferentes nacionalidades. Sin
lugar a dudas, Cataluña es una nación, como el País Vasco. La definición
de España como nación de naciones no es disparatada, pero en términos
históricos resulta disfuncional romper el vínculo entre Estado y nación.
En la ONU hay alrededor de dos centenares de Estados nación, aunque
están reconocidas más de 5.000 nacionalidades.
¿Uno de los
puntos más conflictivos de la sentencia del Tribunal Constitucional
sobre el 'Estatut' fue, precisamente, la definición de Cataluña como
nación. ¿Nos hubiéramos ahorrado el 'procés' si entonces se hubiese
aceptado la idea de plurinacionalidad?
Puede ser, pero la
bilateralidad no es aceptable. No es igual la nación española y la
nación catalana con relación al estatus jurídico internacional. Dentro
de España coexisten una serie de nacionalidades que tienen su propia
singularidad, historia e idiosincrasia que debe ser reconocida y
amparada. De hecho, la Constitución ya distingue entre regiones y
nacionalidades. Pero la preeminencia de los derechos históricos sobre
los derechos ciudadanos, tal como se hacía constar en el preámbulo del
Estatuto catalán, es un atropello. No es admisible que se sea un
ciudadano de diferente categoría por haber nacido a un lado u otro del
Ebro.
¿El mayor peligro ahora en Cataluña es el de la 'ulsterización', es decir, la cronificación de la fractura entre bloques?
Sí, claro. Algunos especialistas también han hablado de balcanización, aunque me parece equivocado en términos históricos.
En Cataluña no hay diferencias étnicas ni religiosas en su población.
xacto.
Para los secesionistas, el problema no es España sino Europa, que no se
puede permitir la independencia de Cataluña en términos políticos. Un
buen líder político en Cataluña debería ser consciente de eso. La
comparación con el Ulster es buena porque España y Reino Unido tuvieron
en la Edad Moderna un origen común: eran monarquías compuestas, es
decir, disponían de un rey con diferentes reinos. En el caso español,
así estuvo hasta los Decretos de Nueva Planta a comienzos del siglo
XVIII. Los reinos compartían el servicio exterior, pero nada más. España
se centraliza con la dinastía borbónica siguiendo el ejemplo francés.
Lo que ahora llamamos España existe desde los Reyes Católicos, pero
técnicamente existe desde la Constitución de Cádiz de 1812. Quiero decir
con esto que una cosa es cómo nos organizamos y otra lo que somos. Ahí
está la clave para deshacer el entuerto catalán. Para eso hace falta
desarrollar una capacidad empática que facilite un pacto político. Me
entristece el empobrecimiento no sólo económico, sino en términos
culturales y afectivos. Es dramático que las familias discutan por un
asunto que, a la postre, es un problema de organización política.
El
independentismo ha llevado a Cataluña a un escenario imposible a través
de vías ilegales. ¿La respuesta del Gobierno ha sido acertada?
Todo
lo que ha pasado desde 2014 no debió producirse. Ni el simulacro de
referéndum ni la consulta del 1-O. El ciudadano medio ha asistido
estupefacto a esta escalada. Al Gobierno le ha faltado hacer política,
pero esto no sólo atañe a Rajoy. Se remonta a la etapa de Aznar y
Zapatero, que es cuando se produce un salto generacional en la política
española.
¿Hacer política pasaba por aplicar antes el 155?
El
Gobierno debió anticiparse. No teníamos que haber llegado a esta
situación. Si se aplica el 155 es porque, en términos jurídico
constitucionales, hubo un golpe de Estado, pero el 1-O no ocurrió porque
los catalanes un día se levantaran y dijeran: "vamos a
independizarnos". El independentismo ha pasado durante los últimos años
del 18% al 40%. ¿Por qué se inflama? Seguramente por la crisis
económica, pero también por una ausencia de empatía. El Gobierno, al
contrario que el Rey, no ha sido empático en Cataluña. Y hay que echarle
en cara una falta de altura de miras a este Gobierno y al anterior, que
durante la desastrosa operación de reforma del Estatut cambió el socio constitucional. Como sostenía Ortega, toda realidad que es ignorada tiende a vengarse.
Marañón,
que usted ha estudiado a fondo, publicó lo siguiente en un artículo en
'El Sol' el 25 de septiembre de 1931: "Entenderse con lealtad, creo que
no sería difícil, yo me atrevo a decir que sería muy fácil si los
castellanos estuviesen un poco mejor enterados de la realidad de
Cataluña. Lo cierto es que el político catalán conoce a España mejor que
el político de Madrid conoce los problemas de la región catalana".
¿Cómo reconducir un pacto de lealtad si se ha quebrado el orden legal?
Desde
la generosidad y a través de la sociedad civil. La ruptura es profunda y
tiene un cariz social. Y no valen soluciones del siglo XIX para
problemas del siglo XXI. Me refiero al federalismo: ¿hay algo más
federal que el Estado autonómico?
¿La nueva política, particularmente Podemos, ha envejecido prematuramente?
Tanto Podemos como Ciudadanos reflejan el relevo generacional en la
política española. Ciudadanos fue la lista más votada en Cataluña, y no
sé si valoramos el alcance de ese hecho. Y Podemos ha introducido dos
elementos a efectos de vertebración nacional. En el País Vasco ha
frustrado la eclosión de Bildu y de la izquierda abertzale tras
el cese definitivo de ETA en 2011. En Cataluña ha tenido un efecto
nivelador. La prueba es que ERC no ha pasado al nacionalismo moderado,
que ha implosionado por agotamiento y por la corrupción. Pese a ello,
los nuevos partidos tienen algunos de los mismos problemas de los
viejos, sobre todo, la falta de democracia interna y la dificultad para
formular una crítica constructiva.
¿El liberalismo arrastra en nuestro país un marchamo conservador?
No
lo creo. Lo que ha habido es una prostitución del término liberal
durante los últimos 30 años, confundiéndolo con la desregulación masiva e
irresponsable de los mercados. Eso no es liberalismo, sino capitalismo
salvaje. El liberalismo es parlamentarismo, pluralidad, Estado de
derecho, legalidad y defensa de los derechos y libertades de los
ciudadanos.
Un vector clave de la Generación del 14 era la ciencia. ¿No hemos superado ese lastre?
No
hay partida en los Presupuestos Generales del Estado que resulte más
rentable que la de Educación y Ciencia. Siempre revierte en la sociedad.
No tiene ningún sentido que no se incremente su dotación. Ortega
escribió en el primer número de la Revista de Occidente que la
política nunca aspira a comprender las cosas. ¿Por qué? Porque el
político solo piensa en las próximas elecciones. Y los resultados en
educación no se ven en cuatro años.
Parte de la derecha sigue
criticando la Ley de Memoria Histórica por revanchista, pero esta semana
se ha iniciado el proceso de exhumación en el Valle de los Caídos y se
ha hecho con un saludable ejercicio de unidad de las familias de ambos
bandos.
Memoria histórica es un oxímoron. La memoria no puede
ser histórica y yo estoy a favor de la historia. Y la historia dice que
todo país que sea digno de sí mismo tiene el deber moral de desenterrar a
sus muertos, sean del bando que sean. En el 78 no hubo un pacto de
olvido, sino para construir la España de todos. Ahora que hay que
exhumar a todas las víctimas y convertir el Valle de los Caídos en un
centro de estudio y de memoria. Lo contrario sería intolerable en
términos morales. Es de sentido común. No es una discusión política o
histórica, sino de dignidad humana.
¿Y las calles?
Por
supuesto que hay que cambiar sus nombres porque el callejero franquista
no es nada que honre a un país ni que lo una. No se trata de inquina,
sino de sentido común. Es un delirio que esto se cuestione.
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